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Diseñar para respirar: la importancia de los espacios abiertos

En una era donde la vida urbana tiende al encierro y al aprovechamiento intensivo del suelo, los espacios abiertos son una forma de resistencia.



Fotografía: Pexels
Fotografía: Pexels

Hay algo profundamente humano en mirar lejos. En dejar que la vista se extienda sin límites, en respirar sin obstáculos, en sentir que el cuerpo se expande junto con el paisaje. Los espacios abiertos no son solo configuraciones arquitectónicas: son territorios para el alma.


Cuando habitamos lugares donde el horizonte no está contenido, algo se calma dentro de nosotros. Las tensiones parecen diluirse, la mente se ordena, el tiempo se desacelera. Por eso, en un mundo que a menudo aprieta y encierra, diseñar espacios abiertos es un acto de generosidad.


Por otro lado, la arquitectura consciente entiende que abrir el espacio es también abrir posibilidades. Posibilidades de salud, de conexión con la naturaleza, de socialización e incluso de introspección. Donde hay amplitud, hay más silencio. Donde hay apertura, hay más calma. Donde hay luz, hay más claridad mental. Así, un diseño que incorpora estas cualidades también cultiva bienestar.


Fotografía: Pexels
Fotografía: Pexels

Diseñar con apertura no implica únicamente prescindir de muros. Implica crear espacios donde el exterior se vuelve parte de la vida cotidiana: patios, terrazas, balcones, jardines interiores o corredores que permiten que el aire circule, que el paisaje entre, que la luz dibuje su propio ritmo. Estos espacios no se llenan, se dejan estar. Y en ese dejar estar, permiten que el alma respire.


Celebramos esa arquitectura que no teme al vacío, que sabe que el bienestar también se construye desde la amplitud. Porque en esos espacios donde el cuerpo respira y el alma se estira, sucede lo esencial: el habitar se vuelve pleno.


En tiempos de encierro y saturación visual, los espacios abiertos son refugio y medicina, el contrapunto a la arquitectura del exceso: espacios que no necesitan demostrar, solo estar. Ya sea una terraza que mira al cielo, un patio que permite la entrada del viento, o un jardín interior que conecta con el afuera, los espacios abiertos invitan al silencio y a la contemplación.


Fotografía: Pexels
Fotografía: Pexels

Permiten un respiro en medio del ritmo acelerado, una pausa que se agradece y se recuerda. Y lo más importante, hacen posible esa conexión esencial con el cielo, la tierra, el viento y la luz.


La arquitectura que permite abrir puertas, mover muros, dejar entrar el paisaje, no solo transforma el espacio físico, sino también el emocional.


En salonambienta, entendemos que el acto de habitar debe ser también un acto de libertad. Y en esa libertad de mirar sin fronteras, el alma se expande, se reconoce y se reencuentra consigo misma.


¿Estás diseñando espacios que permitan al alma, la mente y al cuerpo respirar?

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